Es primordial acercar a las nuevas generaciones al mundo de las ciencias con fines recreativos, pero también formativos
Las ciencias naturales tienen un espacio en el currículum de educación obligatoria alrededor del mundo. Podemos entenderlas como áreas de actividad intelectual con una evolución histórica y con comunidades que comparten saberes, prácticas y lenguajes.
Actualmente las ciencias naturales son más dinámicas, diversas y multifacéticas de lo que suele reflejar un currículum particular. Se ha planteado que la educación en ciencias debe apuntar principalmente al desarrollo de una cultura científica básica que incorpore tanto conocimientos como habilidades y actitudes (AAAS, 1993).
Las nuevas generaciones deberían tener acceso al mundo de las ciencias (Fumagalli, 1997), como un derecho inalienable hacia una herencia cultural. Se trata pues, de que los estudiantes y la sociedad podamos acceder al mundo de las ciencias para fines formativos, recreativos y estéticos. La incorporación del punto de vista científico a otras opiniones en la cultura general de los ciudadanos tiene el potencial de ampliar nuestro panorama intelectual, ético, de conciencia del mundo natural y de participación social.
Se ha descrito la ciudadanía como un conjunto de prácticas (culturales, simbólicas y económicas) y una serie de derechos y obligaciones (civiles, políticos y sociales) que definen la pertenencia de un individuo a una sociedad organizada (Isin y Wood, 1999). Sostener que la educación en ciencias tiene el potencial de contribuir a la formación ciudadana, implica adoptar una perspectiva crítica, pues apunta hacia el empoderamiento de la sociedad y los individuos a partir de su derecho a acceder a la herencia cultural de las ciencias; así como a ejercer su capacidad de comprensión, de toma de conciencia y acción en el entorno natural y social. A fin de estimular la reflexión, se abordan tres aspectos a los que falta poner más atención en la educación básica: el uso crítico y selectivo de la información, el reconocimiento de problemas sociocientíficos y la toma de decisiones informadas. Estos aspectos pueden proponerse como aportaciones de una educación en ciencias centrada en los estudiantes y en su formación integral.
Uso crítico y selectivo de información
En décadas anteriores, la información estuvo en el centro de muchos planteamientos curriculares y prácticas educativas. El enciclopedismo fue una tendencia muy arraigada en la cultura escolar que ha dejado una huella profunda y difícil de superar. Por mucho tiempo se asumió que los estudiantes debían memorizar sin cuestionar o repetir sin comprender términos, definiciones, clasificaciones, leyes y teorías, entre otros aspectos. Esto coincide con una visión de la ciencia como una mera acumulación de información y su enseñanza como una exposición invariante de tales conocimientos.
Una formación científica para la ciudadanía debería equiparnos con las bases para mantener un escepticismo fundamentado ante la información que nos llega por distintos medios. Esto nos posicionaría como actores sociales y consumidores conscientes, exigentes y responsables. Es muy común que en publicidad se recurra a supuestas pruebas científicas y expertos para postular las bondades de los productos que se anuncian. Sin embargo, no se presentan evidencias ni explicaciones claras, y prevalece el interés comercial sobre el social o personal. Una y otra vez vemos aparecer en distintos medios productos “milagro” para bajar de peso o adquirir una figura atlética.
Las personas que legítimamente desean bajar de peso por cuestiones de salud o de imagen estarían mejor posicionados si comprenden algunos aspectos básicos del metabolismo de los alimentos en el cuerpo, de los requerimientos de nutrientes de acuerdo con la edad y la actividad física. La publicidad engañosa se aprovecha del desconocimiento y falta de juicio crítico, pero también de la inexistencia de políticas públicas y códigos de práctica que las regulen.
También con frecuencia una nota periodística, una publicación en internet o una noticia en redes sociales se acepta como válida sin detenernos a revisar qué persona o institución ha generado esa información y con qué propósito. El acceso y uso de internet sigue reflejando inequidades sociales pero es cada vez más generalizado en algunos sectores. Para poder identificar errores, imprecisiones, fines comerciales o ideológicos en la información relacionada con temas de ciencias es de suma importancia, además de contar con conocimientos científicos básicos, desarrollar una actitud crítica que repare en la credibilidad de quienes generan la información. Se han sugerido notas de temas científicos presentadas en periódicos, noticieros e internet que, incorporadas en actividades bien planeadas en la enseñanza de las ciencias, pueden ayudar a estimular el desarrollo de habilidades críticas (Dimopoulos y Kouladis, 2003).
La educación científica ayudaría a promover la discusión, reflexión y toma de decisiones más certeras sobre problemáticas reales
Reconocimiento de problemas sociocientíficos
La educación en ciencias se ha perfilado de acuerdo con las nuevas tendencias educativas a nivel internacional. En ellas destaca la formación de ciudadanos responsables, conscientes y críticos que puedan enfrentarse a diversos problemas sociales cuyas causas y/o posibles soluciones tienen origen científico y/o tecnológico (España y Prieto, 2009). Estos problemas son llamados sociocientíficos, ejemplo de ello sería la deforestación, el uso de células madre o el tráfico de fauna silvestre. Se trata de temas complejos donde figuran posicionamientos, intereses y valores éticos.
Incorporar problemas sociocientíficos a la clase de ciencias ayuda a una mejor comprensión de la misma y de la importancia de su estudio, ya que a través de éstos se percibe de forma directa la influencia que tiene tanto la ciencia como la tecnología en su entorno social, que puede llegar a incidir en algo personal o de índole global. Además, identificar problemas sociocientíficos favorece a la participación ciudadana en donde se desarrolla la toma de decisiones responsables a favor del bien común.
Habría entonces que sopesar las implicaciones de considerar en los espacios formativos, por ejemplo, la construcción de obras que afectan recursos naturales. El tema puede ser abordado desde un planteamiento general hasta llevarlo a un caso particular. Es común que el desarrollo de la industria, comercio, economía y crecimiento poblacional lleve consigo la modificación de los entornos naturales. Pero ¿qué sucede con la flora y la fauna?, ¿cómo se afectan los ciclos del agua?, ¿qué efectos ambientales se anticipan? A partir de estas cuestiones es posible indagar, analizar, debatir, argumentar en contextos relevantes y significativos.
Otro problema sociocientífico que se puede abordar en educación en ciencias es el uso de antibióticos y la automedicación; al hacerlo, es probable que no se tomen en cuenta todos los síntomas presentados en el momento, así como el estado de salud reciente, esto puede llevar a ingerir fármacos poco adecuados para el enfermo. Además, se deja de lado la dosis y el periodo de consumo, importantes para la recuperación de cualquier paciente, pues el exceso o el consumo insuficiente del medicamento puede llevar a complicaciones.
En ocasiones los problemas de esta índole –ambientales y de salud–, suelen ser tratados con indiferencia por el público en general. Algunos tienen conciencia de lo que ocurre a su alrededor, sin embargo, toman el papel pasivo. Es precisamente esta actitud lo que se espera contrarrestar. Al abordar problemas sociocientíficos en las aulas de clases, se busca formar ciudadanos comprometidos con el bienestar social, la salud y el medio ambiente.
Decisiones y acciones responsables e informadas
Con el fin de formar ciudadanos comprometidos e informados que puedan decidir y actuar para el colectivo o en forma individual, es necesario como docentes impulsar a los alumnos a analizar problemas reales y las posibles decisiones ante los mismos. La educación en ciencias ha de estimular la autonomía intelectual en los alumnos (Henao y Stipcich, 2008) para así preguntar, discutir, disentir, aprender a razonar y argumentar.
Los individuos cambiamos nuestra manera de ver los problemas y a su vez podemos tomar decisiones y hacer acciones distintas a partir de nuestra experiencia. Esto implica que es conveniente ejercitarnos en el razonamiento que nos lleva a tomar decisiones y a analizar sus consecuencias. Lograr esto en el contexto de temas científicos, posibilita que los estudiantes tengan menores dificultades para enfrentar las problemáticas propias de su edad, como algunas situaciones de riesgo y contar con la madurez suficiente para enfrentarlas, así como tomar determinaciones con un menor grado de incertidumbre al llegar a la adultez.
Algunos temas del currículum de ciencias que son de relevancia para la vida en sociedad, en los que se pueden tomar decisiones y acciones responsables son: prevención de accidentes, salud general y reproductiva, alimentación adecuada, descanso y actividad física, entre otros. Estos temas desde la educación en ciencias implicarían no solo la acumulación de conocimientos, sino también procesos de aprendizaje y enseñanza de actitudes, valores, habilidades y competencias con un enfoque social y personal más allá del aspecto cientificista y biológico. Diversas investigaciones han mostrado que el conocimiento por sí solo no alcanza para modificar las conductas. En los temas considerados anteriormente se recomendaría usar un enfoque basado en problemáticas locales, regionales, nacionales y globales. Por ejemplo: los profesores de ciencias en Botsuana tomaron como objetivo principal reducir la propagación del VIH/SIDA.
La promoción del autocuidado es un proceso educativo basado en la responsabilidad y conciencia que provoca un cambio de hábitos que un individuo debe conservar para su bienestar general o en las conductas sanitarias (Flores, 2008). El creciente problema de la obesidad, a nivel nacional e internacional, atañe a profesionales de la salud, gobiernos y población en general, asociado a la toma de decisiones y acciones de las personas; pero también corresponde a autoridades, sociedad e instituciones. La meta es disminuir las enfermedades crónico-degenerativas derivadas del sedentarismo y una mala alimentación como afecciones cardiovasculares, algunos tipos de diabetes y problemas gastrointestinales, entre otras.
En el aspecto educativo (Flores, 2008) han aportado serias reflexiones en cuanto a la problemática del sobrepeso y la obesidad en los niños en edad escolar. Ellos también argumentan que la educación en nutrición deja mucho que desear a nivel internacional, pues el asunto está prácticamente ausente en algunos países; el estudio de estos temas es esporádico y de escasa cobertura, con insuficiencia de materiales educativos, entre otros problemas. En México, aún falta camino por andar, pues algunos tópicos solo se tratan de manera introductoria.
El aula y la escuela, sobre todo en la educación básica, son espacios adecuados para desarrollar hábitos saludables basados en toma de decisiones. El planteamiento de situaciones problemáticas, su análisis, la evaluación de distintas posibles decisiones y sus consecuencias se pueden convertir en actividades fundamentales para ejercitar a los estudiantes en procesos reflexivos y de toma de conciencia sobre su propia salud y bienestar. Para ello es importante dar un giro en el tipo de preguntas que se les plantean a los estudiantes. En lugar de plantear cuáles son los principales grupos de alimentos, se pueden abordar otras cuestiones como qué es conveniente comer antes de una actividad física como jugar un partido de futbol y por qué. Preguntas de este tipo tienen que estar relacionadas con los intereses y motivaciones personales de los estudiantes para ser relevantes y apoyar los procesos de toma de decisiones y acciones responsables.
Para que la educación en ciencias pueda aportar realmente a la formación ciudadana de las nuevas generaciones, es importante revisar los planteamientos curriculares y revitalizar las prácticas educativas, diversificar las actividades de aprendizaje y generar múltiples oportunidades para que los estudiantes desarrollen habilidades de pensamiento crítico, posicionamiento ante temas sociocientíficos y capacidad para la toma de decisiones informadas. Se han mencionado algunas posibilidades, pero se ofrecen a continuación algunas recomendaciones para quienes enseñan ciencias en educación básica:
- Actividades que promuevan la búsqueda sistemática de información, su selección y evaluación a partir de su calidad, relevancia y fuente.
- Actividades que promuevan la discusión y confrontación de puntos de vista de distintas personas (estudiantes, autores de notas periodísticas, médicos, investigadores, por citar algunos).
- Actividades que promuevan la elaboración de explicaciones y argumentos: búsquedas de información que apoyen la solución de problemas y toma de decisiones, búsqueda de causas, comprensión de situaciones relevantes para los estudiantes.
- Actividades que promuevan la indagación de temas científicos orientados por los intereses de los alumnos: proyectos propuestos por los estudiantes, pruebas y experimentación donde se hagan predicciones y después se analice lo ocurrido para entender y explicar.
Resulta fundamental el rol de quien enseña como mediador y guía para el alumno en actividades de este tipo y un ambiente de trabajo cooperativo que promueva el involucramiento de todos los estudiantes y no de unos cuantos. Naturalmente, la revitalización de la enseñanza de las ciencias y la diversificación de tareas de aprendizaje también deben verse reflejadas en el currículum, los materiales educativos y en la formación inicial y continua del profesorado. Hay avances importantes en este sentido en algunos países, mas aún hay camino por recorrer.
Referencias
AAAS, 1993. Benchmarks for science literacy. Nueva York: Oxford University Press.
Dimopoulos, K. & Kouladis, V., 2003. Science and Technology Education for Citizenship: The potential Role of the Press. Science Education, 87, 241-256.
España, E. y Prieto, T., 2009. Educar para la sostenibilidad: el contexto de los problemas socio-científicos. Revista Eureka, 6(3), pp. 345-354.
Flores, S., y cols., 2008. La escuela primaria como ámbito de oportunidad para prevenir el sobrepeso y la obesidad en los niños. Boletín Médico Hospital Infantil de México, 65 (17), 626- 638.
Fumagalli, L., 1997. La enseñanza de las ciencias naturales en el nivel primario de educación formal. “Argumentos a su favor”. Weissman, Didáctica de las ciencias naturales, pp. 15-35. Buenos Aires: Paidós.
Isin, E. y Wood, P., 1999. Citizenship and identity. London: Sage.